
Aseguró que no era la primera vez que entraba a la cueva, incluso expresó que lo había hecho con otros alumnos.
Ekkapol Chantawong, entrenador del equipo de fútbol infantil “Jabalíes Salvajes” estuvo atrapado durante dos semanas junto a los menores en una cueva al norte de Tailandia.
Este miércoles, el joven contó cómo fue que decidieron ingresar al lugar y relató cómo transcurrieron las primeras horas luego de darse cuenta que estaban atrapados.
“Algunos sugirieron ir a la cueva y les dije “sí, claro”. Luego comenzamos a planearlo“, contó el joven de 26 años durante su primera rueda de prensa tras ser dados de alta del hospital.
“Jugamos partidos en el camino al lugar, comenté eso en Facebook. Luego de eso, cuando terminamos el partido, fuimos a la cueva. Teníamos curiosidad, muchos no habían estado allí“, explicó Chantawong.
Aseguró que no era la primera vez que entraba a la cueva, incluso expresó que lo había hecho con otros alumnos.
“La última vez que fui, con tres chicos, eran características similares. Les dije que si estaba con ese nivel de inundación, teníamos una hora para entrar y salir”.
Chantawong dijo que uno de los menores le había manifestado al grupo que tenía que regresar a casa a las 5:00 p.m. para la celebración de su cumpleaños.

El hombre aseguró que se encontraban muy adentro de la cueva cuando creció la inundación y la mayoría de los niños no sabía nadar.
“Teníamos que nadar para continuar y les pregunté si estaban de acuerdo. La mayoría de ellos sabe nadar, pero algunos no tanto”, dijo el entrenador.
Al ver que para continuar la expedición se requería de que todos los niños supieran nada decidió regresar a la superficie y volver otro día.
Sin embargo, las vías de salida ya estaban inundadas.
Los niños angustiados gritaban: ¡Hay mucha agua!, ¿estamos perdidos?
“Eso no era posible, solo había un camino. Fui a revisar. Tomé una cuerda y les dije que si la tiraba dos veces, era el camino correcto y debían seguirme”, pero no logró encontrar una alternativa segura.
Por lo tanto, supieron que debían pasar la noche en la cueva.
El nivel del agua continuaba subiendo, por lo cual se vieron en la necesidad de buscar algo más elevado para resguardarse.
Chantawong, pidió a sus niños que rezaran y les aseguraba que al día siguiente alguien entraría a rescatarlos.

Su forma de tranquilizar a los chicos fue transmitiéndole su experiencia como monje en un templo budista.
“Traté de apoyar a los niños, pensar en soluciones y buscar agua limpia. Bebíamos de lo que caía entre las piedras, pero no teníamos comida”.
El grupo aseguró a la prensa que la primera noche no fue difícil, pero a medida que pasaban los días se iban complicando.
Pasaron unos nueve días hasta que un buzo los encontró: “Fue un milagro” aseguró uno de los pequeños.
Los niños expresaron que en el momento tuvieron muchas emociones encontradas: que iban a ser regañados, que no podían pedir ayuda porque estaban muy alejados; pero trataron de mantenerse tranquilos.