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¿Qué hay detrás de los niños indigentes de Alta Vista?

indigentes
La historia de un pequeño que fue raptado de su casa y obligado a mendigar dinero y comida.
No hay nadie que no sepa de ellos. Están en todas partes.

Son reconocibles. La gente los distingue porque siempre están sucios, con la ropa rota y, mucho antes de que abran la boca o extiendan la mano, su cara muestra la típica expresión que ruega por “una ayuda”.

Son muchos. Un número considerable. Un número que fácilmente podría llenar una escuela primaria, o las plantillas de tres equipos de fútbol o, también, un albergue completo.

Son de todas las edades, de todos los colores y de todos los tamaños. Solo se dejan ver cuando abren los sitios de comida rápida y ellos saben que hay personas ahí, a quienes podrán molestar hasta que les den algo.

Porque, eso sí: son todo lo anterior y más. Lo que no es posible afirmar es que sean invisibles.

Eso es algo que los habitantes de Puerto Ordaz conocen y, algunos, recordando la situación del país, les tienden la mano.

Sin embargo, lo que pocos saben es qué o quién está detrás de los niños indigentes de Alta Vista.
Oliver Twist
La historia de Guillermo la cuenta él junto a sus padres, el señor y la señora Chirinos.

Él papá y él están cansados después de ocho horas de viaje. Acaban de llegar a Puerto Ordaz desde Las Claritas, municipio Sifontes.

Es una historia que puede equipararse con la de Oliver Twist, August Rush o Karl Rossman. Duró una semana si se cuenta el día del rapto y el momento en que regresó a su casa.
1
La mañana del sábado 24 de febrero, Guillermo, de 9 años, pidió permiso para ir a la cancha del sector

Los Corales, frente a Villa Jade. Salió aproximadamente a las 11:00 a.m. Iba a jugar fútbol.

Los papás lo vieron partir, pero no regresar.

Preocupada, la mamá preguntó a todo el mundo dónde estaba su hijo, pero nadie lo sabía. Detalló que era un niño pequeño, que vestía camisa blanca, mono azul y chancletas amarillas.

Además, dijo que era fácil reconocerlo porque tenía el cabello pintado de amarillo.

Una persona le dijo que Guillermo había sido visto en Alta Vista, pidiendo dinero y comida.
2
Esa mañana, cuando Guillermo llegó a la cancha, comenzó a jugar en el parque infantil.

Estuvo así hasta que dos muchachos le preguntaron si tenía hambre. Él respondió que sí.

“Vámonos para un lugar en donde regalan comida. Vente con nosotros”, le contestaron.

Después de que Guillermo aceptó, lo llevaron hasta una camioneta que estaba estacionada cerca de la cancha. Era una Pick Up roja, bastante vieja.

El vehículo lo dejó en Alta Vista. Allí, los “amigos” del niño le ordenaron que comenzara a pedir comida o dinero, y que lo que consiguiera, lo llevara hasta donde estaban ellos.

Guillermo lo hizo esa tarde y parte de la noche. Cuando era hora de dormir, lo llevaron hasta el estacionamiento del Centro Comercial Ciudad Traki.

Allí descansó junto a un montón de niños indigentes; algunos solos, otros con sus padres.
3
El domingo a primera hora la mamá de Guillermo se montó en un bus y se fue hasta Alta Vista.

Al llegar, comenzó a buscar por todos lados a su hijo.

Sufrió un leve susto a eso de las 7:00 a.m., cuando supo que habían matado a dos muchachos debajo de la pasarela que comunica a Ciudad Alta Vista I y II.

Sin embargo, se armó de valor y siguió. Conversó con todos los que consiguió.

A veces, mientras preguntaba a niños indigentes, estos le respondían con burlas que no le dirían dónde estaba Guillermo.

Detrás de C.C. Ciudad Traki habló con otras personas, pero nadie confesó el paradero del niño. Solo un vigilante le mencionó que había visto a su hijo, pero que se lo habían llevado.

La gente sabía que alguien buscaba a Guillermo y se lo dijeron a los “grandes”, los que vigilan que los más pequeños trabajen, los que coordinan el negocio de la mendicidad. Al saberlo, los hombres actuaron.

La mamá de Guillermo visitó Alta Vista durante casi una semana. Iba desde temprano y regresaba en la tarde. Hubo noches en que decidió dormir ahí, esperando que su hijo apareciese. Pero el niño ya no estaba.
4
Cuando se dio cuenta de todo, Guillermo estaba montado de nuevo en la Pick Up roja. Viajaba a El Callao.

Los sujetos lo llevaron a él y a otro dos niños. Al llegar, los dejaron ahí y se fueron.

Los tres infantes recorrieron la población, pidiendo comida y alojo. Como quería regresar, Guillermo rogaba a los adultos que lo llevaran hacia el Core 8, en donde estaban sus papás.

Un hombre lo escuchó, pero su ayuda solo empeoró las cosas: confundió Core 8 con kilómetro 88 y los llevó hacia allá.

Los tres niños caminaron hacia Las Claritas, debido a que ambas poblaciones quedan cerca.

Una noche se acostaron en el porche de una casa y la dueña los acogió. Al otro día, la vecina llegó con un ejemplar de PRIMICIA. La foto de Guillermo con su descripción reseñaba que estaba desaparecido.

Llamaron a los números que salían en el artículo e informaron que el pequeño estaba allí.

El papá del Guillermo viajó hasta la población, agradeció el apoyo y regresó con su hijo.
Explotación

Durante los días que la mamá de Guillermo estuvo en Alta Vista, conoció a otros niños en situación de calle. Su experiencia la relata de esta forma:

“Hay muchos. Son como 60 niños que están ahí. Se dividen en grupos: unos duermen en el terminal, otros en la construcción que está frente a Macrocentro, otros en los estacionamientos. Salen en las tardes, como a las 3:00 p.m., cuando abre el cine. Unos se ponen allí. Otros en la entrada cerca de Arturo’s. Cuando es de noche se van a la calle del hambre que está detrás de Farmatodo o a las panaderías”.

Asegura que los niños viven así porque otros se los imponen, o porque la situación los obligó.

“No todos son indigentes. Muchos son de San Félix y vienen con su familia a pedir. Hay uno que dice que su mamá se murió y su papá no les hace caso. Tiene como 10 años y su hermano tiene 8. La familia sabe que ellos piden y no les paran”, cuenta.

También relata que, de todo lo que obtienen al mendigar, una gran parte va a los “grandes”.

“Son muchachos de 17 para arriba. Hay hasta de 30. A uno de los que mandan le dicen Cachipiro y tiene el cabello con rulitos. Ese fue el que se llevó a Guillermo. Los niños les tienen que llevar dinero o comida. Esos más grandes duermen en el terminal y mayormente están en la entrada del cine”, indica.

Cree que es una “explotación infantil en la que nadie hace nada, ni autoridades, ni policía, ni guardias, ni Cicpc, ni ninguna de las leyes contra los menores”.

“Hay un muchachito de 12 que es de Mérida. Su papá trabaja en un camión trayendo hortalizas; el señor pasa por ahí, lo ve y se va. El niño quiere sacar la cédula para irse a Mérida con su mamá de nuevo”, precisa.

Pero no todos anhelan regresar a su hogar.
“Los niños no entienden de hambre. En su casa, si no tienen qué comer, piensan que puede ser su culpa.

Por eso muchos no quieren volver. Aquí comen y tienen dinero. Se acostumbraron a esta vida y muchos te dicen que ellos quieren seguir así”, lamenta.
Drogas
Un funcionario de seguridad de C.C. Orinokia comentó que desde que trabaja allí, ha visto crecer a todos esos niños.

“Tengo dos años y ese que está ahí -señala a uno de los que están frente a la entrada cercana al cine- estaba antes de que yo llegara. A veces se ponen violentos si nadie les da nada. Huelen pega, se drogan.

Nadie los puede sacar de aquí”, acota.

Lo mismo piensa el encargado de un local de comida ubicado detrás de la Torre Movistar: “Esos siempre están. Ya son parte de esta zona. A veces es preferible darles comida y no real porque lo agarran para drogarse ellos o los que los mandan”.

Los padres de Guillermo lo vieron y sufrieron con su hijo, aún cuando no fuera indigente. Por eso piden a las autoridades que atiendan el problema.

“No es posible que casi 60 niños estén esta condición. Además, no se sabe si muchos lo hacen porque la situación los obligó, o si fueron raptados como mi hijo”, cuenta la mamá.

Al final, los niños se mantiene allí. Son reconocibles, son muchos, son de todas las edades, de todos los colores y de todos los tamaños. Lo único que nunca se podrá afirmar -y eso lo saben los habitantes de Puerto Ordaz- es que son invisibles.

PRIMICIA

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